Me senté como siempre en el sillón,
un sillón rojo de cuero.
Era un día de invierno; llovía,
hacía frío y no se me ocurrió otra cosa para hacer. Cogí el libro y me acomodé
en aquel sillón peculiar.
Empecé a leer, me fundí ante
aquellas palabras enlazadas con el sentimiento más profundo…
Estaba desesperada, andaba sin
rumbo alguno, buscando una solución. Buscaba una cura para poder sobrevivir a
su enfermedad. Visitó a un hechicero, la chica le contó lo que le pasaba.
Estaba tan nerviosa que tartamudeaba. El hechicero era un hombre muy sabio y de
pocas palabras. Él le dijo:
-
- Color sangre, notables por su belleza, envueltas por
el dolor y la muerte.
Ella descolocada no lo entendió,
desesperada por encontrar algo que diera el perfil de aquellas palabras, se
metió en una casa que se encontró por el camino. Subió unas escaleras y entro
en una habitación. Se encontró a una chica sentada en un sillón de cuero rojo
leyendo una novela. En una mano tenía la novela y en la otra una rosa. Era una
chica de pelo rizado, oscuro y ojos claros. Era delgada y de piel blanca como
la porcelana. Ella fue a coger la rosa y la chica la miró a los ojos y tras una
pausa le dijo:
-
- No la cojas, te arrepentirás.
Ella la cogió fuerte y con
decisión, ella sabía que esa era la cura y no se lo pensó dos veces. Empezó a
derramas sangre de la mano. Muy asustada miró a la ventana, había unas palabras
escritas, decían:
“Te lo advertí”
Miró a la chica y estaba sentada en
el sillón de cuero rojo leyendo la novela. En una mano el libro y en la otra
sangre.
Muy
asustada le cogió el libro como pudo, se titulaba “La rosa de la muerte”.
JUDIT RUBIO FERNÁNDEZ
3º ESO B